Para establecer una adecuada estrategia de superación de la pobreza es fundamental entender el concepto mismo de pobreza, y a partir del mismo identificar de entre su multidimensionalidad, cuáles son las dimensiones prioritarias de atender.

La pobreza es una situación que debe ser erradicada. Desafortunadamente esa tarea se enfrenta a un contexto complejo donde la desigualdad, el estancamiento del progreso económico, los efectos del cambio climático y la pandemia por Covid 19 plantean múltiples desafíos, pero justamente por ello se vuelven de primera relevancia las estrategias de superación de la pobreza.

Una estrategia de superación de la pobreza está compuesta de tres pilares sustantivos: las garantías de ingreso en el ciclo de vida, el desarrollo de capacidades humanas y la inclusión laboral.

Entre las principales propuestas para garantizar los ingresos a lo largo del ciclo de vida se encuentran los programas de transferencias para niños, niñas y adolescentes, las pensiones para personas con discapacidad, los seguros de desempleo, y las pensiones para personas mayores.

El desarrollo de capacidades humanas implica garantizar el acceso de calidad a los servicios de educación, salud, hábitat y cuidado. En materia de educación, salud y hábitat, no basta con garantizar la cobertura y el acceso, se requiere mejorar la calidad. En cuanto al cuidado, éste debe institucionalizarse.

El impulso a la inclusión laboral y productiva de la población pobre en mejores condiciones hacia la promoción del empleo decente puede realizarse mediante programas de apoyo a la oferta de trabajo, programas de apoyo a la demanda de trabajo y servicios de intermediación laboral.

Existen pocos ejemplos de implementación de una estrategia integral de superación de la pobreza. Uno de ellos fue la estrategia denominada Brasil sin miseria, que incorporaba programas de cada uno de los tres pilares, planteando además aspectos de institucionalidad relevantes para su operación.

Una estrategia de superación de la pobreza mejorada requiere que se abarquen de manera articulada los tres pilares, estableciendo un marco normativo estable, reglas claras de articulación y rectoría institucional y recursos suficientes que garanticen su estabilidad en el largo plazo.